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Default (IVÁN): SANTIFICADOS PARA CONOCER EL PRIMER NOMBRE DE DIOS

Sábado, 15 de septiembre, año 2007 de Nuestro Salvador
Jesucristo, Guayaquil, Ecuador - Iberoamérica


(Este Libro fue Escrito por Iván Valarezo)


SANTIFICADOS PARA CONOCER EL PRIMER NOMBRE DE DIOS

Nuestro Padre Celestial "nos ha creado en sus manos santas,
para conocer su primer nombre original", pero sin la mancha
del pecado en nuestras vidas, en el paraíso, en la tierra y
en su Nueva Jerusalén Santa e Infinita del cielo. En verdad,
Dios nos ha santificado a su perfección en Cristo Jesús,
Señor nuestro, para ser amantes de su primer nombre, nombre
arcaico e infinitamente curioso en el cielo, eternamente y
para siempre. Y éste es un nombre santo que nadie puede
conocer ni profesar con sus labios, sino sólo Dios, su Hijo y
su Espíritu Santo, porque sólo nuestro Dios posee la santidad
perfecta e infinita para conocer y pronunciar su mismo nombre
sagrado siempre.

Es por eso, que "el Señor Jesucristo es de suma importancia"
en nuestros corazones y en nuestras almas vivientes, y así
también el Espíritu Santo de Dios: "para recibir no solamente
el perdón eterno de nuestras vidas, sino también el nombre
celestial y muy santo", de nuestro Padre Eterno y Fundador de
nuestras nuevas vidas infinitas, para el nuevo reino
celestial. Porque en este nuevo reino infinito de Dios y de
su Árbol Vivo, todos nosotros vamos a vivir con el nombre
nuevo de nuestro Dios, en nuestros corazones, en nuestras
almas vivientes y en nuestras nuevas vidas infinitas,
santificadas y declaradas santas y justas: ¡Gracias al
Espíritu de la sangre de Jesucristo!

Por ello, también les di mis días de descanso, les decía el
SEÑOR a los hebreos, para que sea una señal entre su Creador
y todos ustedes, y así entiendan en sus corazones que sólo yo
soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacobo, "el que los
santifica diariamente desde el cielo", para que vivan
únicamente por su nombre santísimo. Y "otro Dios como el
Soberano de Israel y de las naciones", tan santo y tan
glorioso para santificar sus corazones y sus vidas, cada vez
que invocan su nombre sagrado, no hay otro igual, en el cielo
ni en la tierra, tampoco, para siempre.

Pues entonces, las gentes de aquellos días "se santificaban"
sus corazones y sus cuerpos heridos por el mal del pecado,
porque no sólo eran perdonados, sino que también curados
completamente de todos los males que afligían sus vidas, cada
vez que invocaban su nombre sagrado delante del altar de su
Dios y Creador de sus almas eternas. Y éste nombre sagrado,
por el cual "Dios santificaba a sus pueblos de la tierra",
comenzando con Israel, por ejemplo, de los que creían en él y
en su gran rey Mesías, "era el mismo de hoy en día y de
siempre", el que vive en perfecta santidad eternal en el
corazón de nuestro Salvador celestial, ¡el Señor Jesucristo!

Es decir, que "el Mesías lleva con él el nombre original de
nuestro Padre Celestial guardado, atesorado, protegido en
perfecta santidad en su corazón sagrado", para que todos los
ángeles y así también los hombres, mujeres, niños y niñas de
la humanidad entera, sean tocados por él (el nombre primitivo
de nuestro Dios y sin mancharlo jamás con el pecado). Y todo
este bien nuestro Dios lo ha hecho por ti, mi estimado
hermano y mi estimada hermana, para que en un día como hoy:
tú también puedas llevar su nombre muy santo y muy admirado
por los ángeles, aunque no lo conocen aún, como los hombres
de la tierra, pero saben que vive en el corazón del Mesías
Celestial infinitamente.

Porque "sólo hay un Mesías verdadero perpetuamente", en el
cielo y en la tierra, por quien y "por su nombre podemos ser
perdonados" de nuestros pecados, sanados de nuestros males
eternos y, a la vez, "liberados de los enemigos del más
allá", como Lucifer y como sus ángeles de gran maldad, sólo
confesando su nombre sumamente asombroso, en nuestros
corazones. Es por eso, que cada vez que invocamos el nombre
del Señor Jesucristo, entonces nuestro Padre Celestial nos
perdona nuestros pecados y nos hace libres de muchos males
del enemigo, con milagros, con maravillas y hasta con
prodigios en los cielos y en la tierra, como de los que vemos
y como de los que no (vemos), por ejemplo.

Dado que, "no hay otro nombre maravilloso" en el cielo, ni en
la tierra, que sea mayor con los ángeles ni con los hombres,
sino "sólo nuestro Señor Jesucristo"; en otras palabras,
"nuestro Señor Jesucristo es mayor" que todos los poderes del
pecado y de las tinieblas del enemigo, enemigo infinito de
nuestra verdad y de nuestra justicia celestial, Lucifer.
Porque ha sido Lucifer desde siempre quien realmente
"arremete contra y en todo tiempo", de una manera u otra, "a
la verdad y a la justicia que han descendido" de parte de
nuestro Padre Celestial, "con su Espíritu Santo y con el
espíritu del nombre, la carne, la sangre y la vida gloriosa
de nuestro salvador celestial", ¡el Señor Jesucristo!

Por otra parte, también, "sólo en el nombre del Señor
Jesucristo" es que realmente el corazón, el alma, el cuerpo y
el espíritu humano de cada hombre, mujer, niño y niña de
todas las naciones de la tierra, "podrá realmente ser
santificado delante de Dios", para salud y para vida eterna.
En verdad, "sin el nombre del señor Jesucristo no hay
bendición alguna"; y si no hay bendición del cielo, entonces
no hay vida tampoco para nadie, en la tierra ni menos en el
paraíso, por ejemplo; pues, seriamos como la tierra sin la
lluvia del cielo, como el desierto eternamente seco,
infecundo y sin vida alguna de hombres o animales.

Es más, "sin el Señor Jesucristo nadie podrá jamás ser
santificado" delante de nuestro Padre Celestial y de su
Espíritu Santo, ya sea ángel del cielo u hombre del paraíso o
de la tierra, de nuestros días, también, lógicamente. Y es
por esta razón, que el pecador y la pecadora de la tierra
"mueren", sin saber jamás hacia donde se desplazan en el más
allá, porque no hay luz de vida alguna en sus corazones, sino
sólo las tinieblas que entraron en el corazón de Adán, en el
día que peca delante de Dios: al comer del fruto prohibido.

Porque "sólo en la invocación sagrada" del nombre del Señor
Jesucristo es que realmente nuestro Padre Celestial, y único
Dios y Fundador de nuestras vidas en el cielo y en la tierra,
"nos podrá perdonar nuestros pecados y sanar nuestras vidas",
para gloria y honra infinita de su nueva vida celestial, en
el nuevo reino de los cielos. Y "sin el espíritu del nombre
de nuestro Señor Jesucristo" viviendo en nuestros corazones,
por ejemplo, "entonces estamos en tinieblas como de
costumbre", sin saber jamás en donde estamos parados en el
mundo, ni conocemos a nuestros enemigos de siempre, ni menos
conocemos hacia donde vamos cuando demos el primer paso de
vida, en el más allá, por ejemplo. Somos ciegos sin Cristo,
el rey Mesías del paraíso y de la humanidad entera.

Porque si no sabes en donde estas parado en la tierra, hoy en
día, menos vas a saberlo cuando entres a las nuevas tierras
del nuevo reino de Dios, en el más allá, por ejemplo, es
decir, si el Espíritu de Jesucristo no es primero en tu
corazón delante de Dios. Puesto que, sólo el espíritu del
nombre y de la sangre llena de vida y de salud terrenal y
celestial de nuestro Señor Jesucristo nos guiara paso a paso
por la tierra y aún, también, más allá del cielo, del paraíso
y del nuevo reino de Dios, como La Nueva Jerusalén Santa y
Perfecta del Mesías Eternal.

Es por eso, que "nuestro Padre Celestial nos llama día y
noche para que seamos santificados" en su espíritu de fe, "al
creer en nuestros corazones y al invocar con nuestros
labios": el nombre sagrado de su Hijo amado, nuestro único
salvador celestial, ¡el Señor Jesucristo! De no ser así, en
la vida de cualquier ángel del cielo y así también de
cualquier hombre, mujer, niño o niña del paraíso o de la
tierra, de nuestros días, "no podrá realmente ser
santificado" delante de Dios y de sus ángeles, para perdón de
sus pecados y para sanidad infinita, de su corazón y de su
alma viviente.

En realidad, "nuestro Padre Celestial no ha creado a sus
seres muy amados por su corazón santísimo" y formado con sus
manos sagradas en su imagen y conforme a su semejanza
celestial, "para que sean muertos, por el mal de sus pecados,
ni de los pecados de nadie", sino todo lo contrario. Y esto
es realmente para que cada uno de ellos, sin excepción de
persona alguna, "viva infinitamente para él y para su
Espíritu Santo entonces", sólo por medio de la santificación
infinita y única de su Hijo amado, nuestro Árbol de la vida
eterna del paraíso y de toda la tierra, también, de hoy en
día y de siempre.

Es decir, también, para que "todos vivan infinitamente
santificados, y libres de todos los males del pecado",
delante de su presencia sagrada en la tierra, en los cielos y
en el resto de su nueva creación celestial e infinita de la
nueva eternidad, como en la nueva vida santa y perfecta de la
gran Jerusalén Celestial del cielo, por ejemplo. Y "sin la
santificación del Árbol de la vida" nadie podrá jamás pisar
la tierra de la ciudad del cielo, de Dios y de su gran rey
Mesías": así como tampoco ningún descendiente de Adán pudo
jamás regresar al paraíso", "sí primero no creyó en su
corazón y confeso con sus labios" a su fruto de vida
inmortal, ¡a Jesucristo!

Ya que, "así como el que desee ver la vida eterna" del
paraíso o de la Nueva Jerusalén del más allá, "entonces tiene
que tener el Espíritu de Cristo viviendo ya" en su corazón y
en toda su alma viviente, también. Porque de otra manera,
"créele a Dios y a su palabra sagrada", la Santa Biblia, "no
podrá ver la vida" del paraíso, ni la de la gran ciudad
celestial de Dios en el cielo más alto que el reino de los
ángeles, por ejemplo, "sí el hombre o la mujer no tiene el
Espíritu de Cristo en su corazón".

Ya que, "el nuevo reino divino", el cual nuestro Padre
Celestial ha creado con la ayuda idónea de su Espíritu Santo
y de su Hijo amado, el Señor Jesucristo, "es mayor que el
reino antiguo", para vivir perfectamente día a día y para
siempre "en el espíritu de la santificación de su nombre
infinitamente honrado y consagrado, en nuestros corazones".
Es por esta razón, que "la santificación de nuestro Padre
Celestial viene a nosotros día y noche y sin cesar", desde
los primeros días de la creación del cielo y de toda la
tierra, como desde los primeros días del génesis de todas las
cosas (génesis 1:2), por ejemplo, para danos la vida eterna
de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo.

EL NOMBRE EXCEPCIONAL DE DIOS DESCIENDE AL MUNDO EN CRISTO

Y todo esto comenzó en el cielo, "cuando Dios ordena a su
Espíritu que descienda sobre la tierra", con poderes y
autoridades muy especiales de parte de él, "para subyugar a
las tinieblas del enemigo", las cuales estaban regadas por
doquier, "para darle paso a la venida del hombre y a la
venida de su Hijo", ¡el gran rey Mesías! Porque seria
solamente su Hijo amado, en su perfecta santidad celestial,
quien realmente "introduciría al mundo", por vez primera,
como único templo de su nombre original viviendo en su
corazón, "para que todos los hombres, mujeres, niños y niñas
de la humanidad entera, lo conozcan en sus corazones en el
día señalado de nuestro Dios y para la eternidad". Porque el
nombre asombroso de nuestro Padre Celestial no lo conoce
nadie, sólo Dios mismo por ser muy santo, desde los primeros
días de la antigüedad y hasta nuestros días, por ejemplo.

En la medida en que, el nombre sagrado de nuestro Padre
Celestial es muy especial y no lo conoce nadie, en el cielo
con los ángeles, ni con los hombres en toda la tierra, sino
sólo nuestro Árbol de la vida, nuestro salvador del paraíso,
el maestro por excelencia, ¡el Señor Jesucristo! Es por esta
razón, que "Dios mismo llevo de la mano a Adán" al pie de su
Árbol de la vida eterna, "para que coma de su nombre
original", para que vea la vida y la viva infinitamente con
él y con sus ángeles del paraíso.

Porque "es el Señor Jesucristo quien verdaderamente sostiene
muy en alto su nombre santísimo en su corazón, en el cielo y
en el resto de la creación, como la tierra de nuestros días,
por ejemplo", desde los días de la antigüedad y hasta
nuestros días, para que en un día como hoy, entonces su
nombre nativo entre en tu vida. Es decir, para que su nombre
muy especial entonces llegue a tu corazón y a toda tu alma
viviente, también, "en su espíritu santificador", sólo por
medio de su Árbol de vida, su Hijo amado, el gran rey Mesías
de todos los tiempos, para que sanes de tus pecados y no
mueras jamás, sino que sólo conozcas la vida eterna.

Además, "nuestro Padre Celestial protege su nombre
santísimo", en el corazón de su Hijo amado, como su único
templo sagrado para su nombre santificador, porque "los
corazones" de los ángeles y así también los corazones y los
labios de los hombres, mujeres, niños y niñas de la humanidad
entera, "no son lo suficientemente santos para conocerlo, ni
menos invocarlo aún". ¡Esta es una advertencia del cielo
desde la antigüedad, de parte de nuestro Padre Celestial,
para todo ser viviente! Porque "éste nombre original y muy
santo de nuestro Padre Celestial sólo se puede conocer con un
corazón nuevo y con un alma santificada y, a la vez, libre de
los males del pecado, por los mismos poderes del Espíritu de
la sangre y de la vida del Árbol de la vida eterna, nuestro
salvador del paraíso", ¡nuestro Señor Jesucristo!

En vista de que, "nada impuro podrá jamás tocar ni menos
conocer el nombre muy santo de nuestro Padre Celestial", para
que no se contamine jamás con el mal del pecado de nadie, en
el paraíso, ni la tierra, ni menos en la nueva gran ciudad
del cielo. Porque "sólo los que vuelvan a nacer del Espíritu
de Cristo", en el día que crean en él e invoquen su nombre
salvador, "para posteriormente resucitar para Dios y para su
nueva vida infinita, entonces podrán realmente recibir el
nombre primitivo de nuestro Dios en sus corazones e invocarlo
con sus labios, para alcanzar nuevas glorias jamás alcanzadas
por los ángeles".

En otras palabras, "nuestro salvador Jesucristo es, también,
el salvador del nombre sagrado de nuestro Padre Celestial y
de su Espíritu Santo", para que no se contaminen con los
pecados de los ángeles del más allá, ni con los pecados de
los pecadores y de las pecadoras de toda la tierra, de
nuestros días y de siempre, por ejemplo. Entonces "el Señor
Jesucristo es muy importante en nuestros corazones y en
nuestras almas, también", para que no sólo nos perdone
nuestros pecados y nos llene de vida y de bendiciones
infinitas, "sino, además, para que nos resucite en la
resurrección para conocer en nuestros corazones y pronunciar
con nuestros labios" el nombre nativo del cielo de nuestro
Creador.

Puesto que, "nuestro Padre Celestial nos crea en sus manos
santas, para que conozcamos muy pronto su nombre sagrado y
muy antiguo", por cierto, "sólo por medio de su Hijo amado",
nuestro salvador del paraíso, ¡el Señor Jesucristo!, para
alcanzar entonces en la tierra y en el paraíso, como en la
nueva Jerusalén: Nuevas santidades aún desconocidas por los
ángeles. Y es aquí, desde estos mismos días, mi estimado
hermano y mi estimada hermana, "cuando nuestro Dios no sólo
se prepara para crear al primer hombre del paraíso, sino
también para crearte a ti y darte vida eternal": libre de los
males de su enemigo numero uno, Lucifer, para que vivas para
él y para su nombre original escondido en Cristo. Porque el
templo de la santidad infinita del nombre primitivo de
nuestro Padre Celestial es el corazón sagrado del gran rey
Mesías del paraíso, de la tierra y de la Nueva Jerusalén del
cielo, nuestro salvador Jesucristo.

Entonces nuestro Padre Celestial, en el día de tu creación,
en sus manos sagradas, "te hizo tan santo y tan puro delante
de su presencia gloriosa, para que su nombre sagrado viva en
tu corazón, desde aquel día en adelante en perfecta santidad,
de gloria y de honra para su nueva vida infinita", de su
nuevo reino venidero del cielo. Por lo tanto, nuestro Dios
"te ha levantado del polvo de la tierra", aún cuando todo
estaba perdido infinitamente en tu corazón y en toda tu alma
viviente: "para que entonces seas gloria viva y eternal, para
su nombre glorioso y sumamente honrado, en su corazón y en
toda su alma eternamente consagrada para su nueva vida
celestial e infinita".

Y "éste mismo corazón y con su alma infinitamente sagrada" de
nuestro Padre Celestial, te la ha entregado a ti también,
"para que tu corazón y tu alma viviente sean un templo eterno
para su nombre santo", en el cielo, en la tierra y en su
nueva vida celestial de su Nueva Jerusalén Santa y Perfecta
de la eternidad venidera. Porque "sólo con el nombre sagrado
de nuestro salvador Jesucristo viviendo en nuestros
corazones, entonces realmente viviremos su vida santa y
perfecta en las calles y mansiones de su gran Jerusalén
Colosal del cielo", para jamás volvernos a separar de él, ni
de su nombre único y muy santo, por cierto, ni de su Árbol de
vida eternal, para siempre.

Y "sólo entonces es que realmente vamos a conocer a nuestro
Padre Celestial en nuestras nuevas vidas celestiales e
infinitas, totalmente libres del pecado y de las profundas
tinieblas del más allá y de toda la tierra", también, "de la
misma manera que su Hijo amado le conoce desde siempre y
hasta nuestros días, para vivir juntos a él, infinitamente".
Por ello, "es importante que el nombre de su Jesucristo sea
glorificado en tu corazón y en tu alma viviente", mi estimado
hermano y mi estimada hermana: "para que el propósito
principal, por el cual nuestro Dios te comenzó a formar en
sus manos, en el comienzo de todas las cosas, sea una
realidad y más no en vano, jamás".

Es por eso, que "debes de invocar su nombre sagrado en tu
corazón día y noche", para que nuestro Padre Celestial que
está en los cielos "entonces te vea con buenos ojos todos los
días de tu vida" en la tierra y así también en tu nueva vida
infinita, de su nuevo reino venidero. Así pues, "él también
te ha dado a ti sus sábados", hoy en día, como para con los
antiguos "para que seas santificado en su nombre nativo"
diariamente y en la eternidad venidera, "cada vez que
invoques en tu corazón y con tus labios el nombre glorioso
del reino de los cielos", el de su Árbol Viviente, ¡al rey
Mesías!

Porque "es el nombre glorioso" del Árbol de la vida eterna
del cielo y así también de toda la tierra, por el cual
nuestro Dios y de parte de su Hijo amado, no sólo te perdonan
tus pecados, sino también te lavan tu cuerpo y toda tu alma
de los males del enemigo, para vivir la nueva eternidad
celestial. Y sólo en esta santidad muy especial y muy
perfecta de su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, entonces
podrás realmente prepararte y estar listo para recibir su
nombre original, el cual nadie conoce, ni los ángeles
portentosos del cielo, sino sólo el gran rey Mesías, para que
entre en tu corazón y jamás salga de ti, en tu inmortalidad
venidera.

CREER EN CRISTO ES VIVIR EN SU CARNE Y EN SU ESPÍRITU DE VIDA

Ya que, "nadie que cree en el Señor Jesucristo vive en su
carne humana de mentira y de maldad mortal e infinita", sino
que "realmente vive en la carne de la verdad y de la justicia
de la vida sagrada del reino de los cielos, por el espíritu
de fe, del nombre y de la sangre del pacto eterno". Porque la
verdad es que siempre ha existido una carne santísima y una
sangre eternal, llena de la verdad y de la justicia de Dios,
nuestro Señor Jesucristo y único Árbol de la vida eterna, en
la tierra, hoy en día, y así también en la nueva inmortalidad
venidera del nuevo reino celestial de Dios y de sus huestes
angelicales.

De hecho, esto es fe salvadora e insuperable, del paraíso y
para todos los que creen en la carne y en la sangre del gran
rey Mesías, ¡el Cristo y único fruto de la nueva vida
eternal! Fruto de vida perfecta e infinita, el nombre
original de nuestro Creador, el cual desdichadamente Adán
rechaza para mal de muchos, en el cielo y en toda la tierra,
también, como todo pecador de toda la tierra y de siempre,
por ejemplo. Y sólo Adán y Eva pudieron por fin recibirla fe
salvadora, de Dios y de su Hijo amado, en el día que el
cuerpo y la sangre del Señor Jesucristo fueron clavados a
ellos, para jamás separarse de su Dios y Fundador y de sus
vidas infinitas del paraíso angelical.

Ésta es la fe, fuera de lo normal, de la verdad y de la
justicia de tu corazón y de tu alma viviente y de las cuales
agradan mucho al corazón sagrado de nuestro Padre Celestial,
de su Espíritu Santo y de sus huestes angelicales, en el
reino de los cielos, desde la eternidad y hasta la eternidad
venidera. Oportunamente, ninguno de ustedes, en sus millares,
en todos los lugares de la tierra, vive más según la carne
del pecado de Adán, sino según el Espíritu de la carne de fe,
del gran rey Mesías Celestial, el mismo Árbol de la vida
eternal: es decir, si es que creen en él y en su obra suprema
de santificación, sin igual.

Es decir, también, "sí es que el Espíritu de la Ley de Dios y
Moisés vive en sus corazones y en sus espíritus humanos por
el espíritu de fe", por ejemplo, "sólo posible en creer en la
obra suprema del cielo", "en la cual la sangre del Árbol de
la vida corrió por toda la tierra buscando tu vida pecadora".
Y "ésta sangre sagrada de nuestro Señor Jesucristo jamás se
canso de buscarte entre las muchas tinieblas de toda la
tierra hasta que te encontró, como en esta hora de tu nueva
día eternal, para perdonarte y para santificarte
infinitamente para el conocimiento del nombre prehistórico de
Dios y de la nueva vida infinita del nuevo reino celestial".

Entonces "ésta misma sangre viva del gran rey Mesías corrió",
en un día como hoy en tu vida, sobre Israel y el mundo
entero", buscándote: "buscándote con gran amor y paciencia
del reino infinito, para tocar tu corazón y hasta tu propia
alma, para que veas y vivas la vida eterna, en la tierra y en
el paraíso, para siempre". Porque "es la sangre del Señor
Jesucristo corriendo no sólo por la tierra de Israel sino por
las naciones del mundo entero, también", por el poder
sobrenatural del evangelio de la nueva vida del nombre
original de Dios, "es que realmente nos limpia del pecado y
de las tinieblas de Lucifer y de sus ángeles caídos, para
vivir nuevamente para Dios".

LA MISMA VIDA DEL MESÍAS TE LIMPIA DÍA A DÍA DE TODO PECADO

Si, así es: "es la sangre, es la vida, es el Espíritu de
Cristo lo que nos lava y nos deja limpios y libres, como si
no hubiésemos pecado jamás, en nuestros corazones, en
nuestros espíritus y en nuestros cuerpos humanos, delante de
Dios hoy en día y para la nueva eternidad venidera, para
recibir infinitamente su nombre primitivo del cielo".
Piénsalo bien, mi estimado hermano, "es la vida misma de
nuestro gran rey Mesías Celestial, la que nos purifica y nos
santifica delante de Dios, para ser infinitamente santos en
nuestros nuevos cuerpos glorificados para ver y vivir la
nueva vida eterna, del nuevo reino de Dios y de su nombre
interesante, como en La Nueva Jerusalén del Árbol Vivo".

Y "nuestro Dios ha hecho esta gran maravilla, de limpiarnos,
lavarnos, purificarnos y hasta de santificarnos con la misma
vida del Señor Jesucristo", ni más ni menos, "para que seamos
declarados santos, e hijos de Dios en la tierra, para
regresar al paraíso y vivir infinitamente, sólo en el
conocimiento sumamente sagrado de su nombre honrado y
sumamente antiguo, también".

Porque "tenemos que ser supremamente santos delante de Dios,
como su Árbol Vivo, como su Espíritu Santo, para vivir en el
conocimiento perfecto, en nuestros corazones y en nuestros
espíritus humanos, de su nuevo nombre sumamente glorioso para
entonces vivir felizmente la nueva eternidad venidera del
nuevo reino celestial": en donde "únicamente conoceremos el
amor, la paz y la vida eternal". E instantáneamente, aunque
tú no lo veas así, el Espíritu de la sangre y de la vida
sagrada y santificadora de nuestro Señor Jesucristo está
haciendo su obra sobrenatural en tu corazón, en tu espíritu y
en tu cuerpo y alma humana, con la ayuda prodigiosa de los
dones gloriosos y sanadores de su Espíritu Santo, porque amas
a tu Creador infinitamente.

Es por esta razón, "que nuestro Señor Jesucristo tuvo que
sufrir nuestros pecados sobre el madero, para hacernos libres
y santos para conocer únicamente el nuevo nombre sagrado de
nuestro Creador", el cual vive en su corazón bendito, desde
mucho antes de la fundación del cielo y de la tierra, como en
el comienzo de todas las cosas, por ejemplo. Entonces "ésta
obra eternal de Dios y de su Hijo amado, comenzó con la obra
de Abraham primero, cuando llevo a su único hijo Isaac a ser
sacrificado por mandato de Dios, sobre uno de los montes del
Moriah, como símbolo eterno de lo que posteriormente
sucediera con el espíritu de la sangre del Mesías, en las
afueras de Jerusalén, en Israel". Para que la sangre viva de
Cristo, así como fue clavada a los árboles secos de Adán y
Eva, pues entonces también sea para bañarnos y lavarnos en su
misma sangre, en su misma vida y en su misma carne sagrada,
para entregarnos no sólo la vida eterna, sino también el
nombre prehistórico de nuestro Padre Celestial en nuestros
corazones, para la eternidad.

Verdaderamente, "ésta obra es la cual santifica día y noche y
por siempre el corazón, el alma, el espíritu, el cuerpo y la
vida de cada hombre, mujer, niño y niña de las naciones,
comenzando con Adán y Eva primero, desde la roca eterna y
hasta nuestros días, para perdonarte y bendecir tu alma con
una nueva vida sumamente gloriosa". Es decir, de que si éste
espíritu de la fe, del amor infinito de Dios y de su Hijo
amado por la humanidad entera "vive en sus corazones",
entonces "ustedes sí son de él, del Dios Todopoderoso del
cielo y de la tierra, hoy en día y para siempre en la
eternidad venidera, del nuevo reino celestial".

En la medida en que, "han sido comprados", sí comprados para
el paraíso una vez más, no con precio de oro, ni de
diamantes, ni de plata alguna de las riquezas de las naciones
del mundo entero, sino "con la misma sangre y vida del gran
rey Mesías, nuestro Señor Jesucristo": ¡el mismo Árbol de la
vida eterna de siempre! Entonces "ya las tinieblas de la
antigüedad y de toda la tierra no están en ninguno de ustedes
por amor a Dios, por amor a Cristo y por amor infinito a su
sangre y vida derramada por toda la tierra, por los poderes
sobrenaturales del madero de Adán y Eva y, también, del
evangelio de la oración y del perdón.

Pues ahora hay vida y con ella: Luz, santidad, paz, gozo,
felicidad, bendiciones, milagros, maravillas, prodigios en
los cielos y en la tierra, para vivir nuevos días largos y
eternos, en el conocimiento sagrado del nombre original de
nuestro Creador en nuestros corazones: gracias a la fe
viviente y sumamente gloriosa del Mesías Celestial, en
nuestros corazones infinitos. Es por esta razón, que el
Espíritu de Cristo es muy importante en tu corazón y en tus
labios, mi estimado hermano y mi estimada hermana, para que
vivas y sólo conozcas victoria tras victoria, en la tierra y
en el paraíso, eternamente y para siemp Gracias al nombre
nuevo de nuestro Creador. ¡el Todopoderoso de Israel y de la
humanidad!

Además, "ésta es la sangre sagrada del pacto eterno entre
Dios y el hombre de la tierra", desde Israel y hasta el fin
del mundo y de las cosas, "para darle por fin un nuevo
comienzo a la nueva vida infinita del nuevo reino glorioso",
de nuestro Padre Celestial, pero esta vez con su nombre
primitivo infinitamente admirado por todos. Realmente, "sólo
ahora hay luz, salud y vida infinita en sus corazones y en
sus almas vivientes", también, mis estimados hermanos y mis
estimadas hermanas: "porque así nuestro Padre Celestial lo ha
querido desde siempre, por amor a la verdad, por amor a la
justicia, por amor a su nombre único, sólo posible en Cristo
Jesús, Señor nuestro, en nosotros".

Es decir, "que lo que Dios ha hecho con la sangre de
Jesucristo, y más no con la sangre de becerros, novillas,
terneros, cabríos y hasta lo que pudo haber sido con el
sacrificio de Isaac sobre el Moriah, es verdad con cada uno
de ustedes, en todos los lugares de la tierra, para
santificarlos para su nuevo nombre eternal". Y "de estos son
muchos de todos ustedes, en las naciones del mundo entero",
de los que han invocado el nombre sagrado del Señor
Jesucristo en sus vidas, "para muy pronto entrar de lleno a
la nueva vida infinita del nuevo reino celestial de Dios y de
sus ángeles, para seguir sirviéndole a Él, como debió ser
desde el comienzo".

Puesto que, "sí alguno de ustedes no tiene el Espíritu del
Señor Jesucristo, entonces no se engañe más a sí mismo en su
corazón equivocado, porque no es posible que sea de Él, en
esta vida ni en la venidera, tampoco, para siempre". Porque
"nuestro Dios no se asimilara (relacionara) jamás con el
pecado de ningún ángel caído del cielo, ni con ningún pecador
o pecadora, pagano o amante de ídolos e imágenes de talla, en
toda la tierra".

Pero "sí el Espíritu del Señor Jesucristo está en ustedes,
aunque sus cuerpos están muertos a causa del pecado de Adán,
por ejemplo, independientemente sus espíritus viven a causa
de la justicia llevada acabo en el nacimiento, vida,
predicación, crucifixión, muerte, resurrección y ascensión de
nuestro salvador celestial, el Hijo amado de Dios, el gran
rey Mesías inigualado hasta hoy". Es decir, "que sus almas
han de seguir viviendo sí el Espíritu de fe, del nombre y de
la sangre viva de nuestro único salvador vive en sus
corazones y en sus labios, desde hoy mismo y para la
eternidad venidera del nuevo reino glorioso de su nuevo
nombre infinitamente prestigioso, para nuestros corazones y
para nuestras nuevas vidas eternales.

Entonces declárate santo y libre de toda atadura del pecado,
en el nombre del Señor Jesucristo, mi estimado hermano, para
que muy pronto, si no es ya, entonces puedas no sólo recibir
el perdón eternal, sino también la pureza de un corazón, de
un alma y de una vida gloriosa y digna de conocer el nombre
prehistórico de nuestro Dios. De una vida infinitamente
gloriosa, en la cual podrás ver con tus ojos, saborear en tu
corazón, en tu alma y en tu nueva vida y así confesar: el
primer nombre de nuestro Creador, para alcanzar nuevas
glorias en el nuevo reino celeste, para su corazón muy
sagrado y muy amante de tu corazón renovado en Cristo Jesús,
salvador nuestro.

El amor (Espíritu Santo) de nuestro Padre Celestial y de su
Jesucristo es contigo.


¡Cultura y paz para todos, hoy y siempre!


Dígale al Señor, nuestro Padre Celestial, de todo corazón, en
el nombre del Señor Jesucristo: Nuestras almas te aman,
Señor. Nuestras almas te adoran, Padre nuestro. Nuestras
almas te rinden gloria y honra a tu nombre y obra santa y
sobrenatural, en la tierra y en el cielo, también, para
siempre, Padre Celestial, en el nombre de tu Hijo amado, el
Señor Jesucristo.

LOS ÍDOLOS SON UNA OFENSA / AFRENTA A LA LEY PERFECTA DE DIOS

Es por eso que los ídolos han sido desde siemp un tropiezo
a la verdad de Dios y al poder de Dios en tu vida. Un
tropiezo eterno, para que la omnipotencia de Dios no obre en
tu vida, de acuerdo a la voluntad perfecta del Padre
Celestial y de su Espíritu Eterno. Pero todo esto tiene un
fin en tu vida, en ésta misma hora crucial de tu vida. Has de
pensar quizá que el fin de todos los males de los ídolos
termine, cuando llegues al fin de tus días. Pero esto no es
verdad. Los ídolos con sus espíritus inmundos te seguirán
atormentando día y noche entre las llamas ardientes del fuego
del infierno, por haber desobedecido a la Ley viviente de
Dios. En verdad, el fin de todos estos males está aquí
contigo, en el día de hoy. Y éste es el Señor Jesucristo.
Cree en Él, en espíritu y en verdad. Usando siempre tu fe en
Él, escaparas los males, enfermedades y los tormentos eternos
de la presencia terrible de los ídolos y de sus huestes de
espíritus infernales en tu vida y en la vida de cada uno de
los tuyos también, en la eternidad del reino de Dios. Porque
en el reino de Dios su Ley santa es de día en día honrada y
exaltada en gran manera, por todas las huestes de sus santos
ángeles. Y tú con los tuyos, mi estimado hermano, mi estimada
hermana, has sido creado para honrar y exaltar cada letra,
cada palabra, cada oración, cada tilde, cada categoría de
bendición terrenal y celestial, cada honor, cada dignidad,
cada señorío, cada majestad, cada poder, cada decoro, y cada
vida humana y celestial con todas de sus muchas y ricas
bendiciones de la tierra, del día de hoy y de la tierra santa
del más allá, también, en el reino de Dios y de su Hijo
amado, ¡el Señor Jesucristo!, ¡El Todopoderoso de Israel y de
las naciones!

SÓLO ESTA LEY (SIN ROMPERLA) ES LA LEY VIVIENTE DE DIOS

Esta es la única ley santa de Dios y del Señor Jesucristo en
tu corazón, para bendecirte, para darte vida y vida en
abundancia, en la tierra y en el cielo para siempre. Y te ha
venido diciendo así, desde los días de la antigüedad, desde
los lugares muy altos y santos del reino de los cielos:

PRIMER MANDAMIENTO: "No tendrás otros dioses delante de mí".

SEGUNO MANDAMIENTO: "No te harás imagen, ni ninguna semejanza
de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni
en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas
ni les rendirás culto, porque yo soy Jehová tu Dios, un Dios
celoso que castigo la maldad de los padres sobre los hijos,
sobre la tercera y sobre la cuarta generación de los que me
aborrecen. Pero muestro misericordia por mil generaciones a
los que me aman y guardan mis mandamientos".

TERCER MANDAMIENTO: "No tomarás en vano el nombre de Jehová
tu Dios, porque Él no dará por inocente al que tome su nombre
en vano".

CUARTO MANDAMIENTO: "Acuérdate del día del sábado para
santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero
el séptimo día será sábado para Jehová tu Dios. No harás en
ese día obra alguna, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu
siervo, ni tu sierva, ni tu animal, ni el forastero que está
dentro de tus puertas. Porque en seis días Jehová hizo los
cielos, la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos, y
reposó en el séptimo día. Por eso Jehová bendijo el día del
sábado y lo santificó".

QUINTO MANDAMIENTO: "Honra a tu padre y a tu madre, para que
tus días se prolonguen sobre la tierra que Jehová tu Dios te
da".

SEXTO MANDAMIENTO: "No cometerás homicidio".

SEPTIMO MANDAMIENTO: "No cometerás adulterio".

OCTAVO MANDAMIENTO: "No robarás".

NOVENO MANDAMIENTO: "No darás falso testimonio en contra de
tu prójimo".

DECIMO MANDAMIENTO: "No codiciarás la casa de tu prójimo; no
codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su
sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu
prójimo".

Entrégale tu atención al Espíritu de Dios y déshazte de todos
estos males en tu hogar, en tu vida y en la vida de cada uno
de los tuyos, también. Hazlo así y sin mas demora alguna, por
amor a la Ley santa de Dios, en la vida de cada uno de los
tuyos. Porque ciertamente ellos desean ser libres de sus
ídolos y de sus imágenes de talla, aunque tú no lo veas así,
en ésta hora crucial para tu vida y la vida de los tuyos,
también. Y tú tienes el poder, para ayudarlos a ser libres de
todos estos males, de los cuales han llegado a ellos, desde
los días de la antigüedad, para seguir destruyendo sus vidas,
en el día de hoy. Y Dios no desea continuar viendo estos
males en sus vidas, sino que sólo Él desea ver vida y vida en
abundancia, en cada nación y en cada una de sus muchas
familias, por toda la tierra.

Esto es muy importante: Oremos junto, en el nombre del Señor
Jesucristo. Vamos todos a orar juntos, por unos momentos. Y
digamos juntos la siguiente oración de Jesucristo delante de
la presencia santa del Padre Celestial, nuestro Dios y
salvador de todas nuestras almas:

ORACIÓN DEL PERDÓN

Padre nuestro que estás en los cielos: santificada sea la
memoria de tu nombre que mora dentro de Jesucristo, tu hijo
amado. Venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el
cielo así también en la tierra. El pan nuestro de cada día,
dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también
nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en
tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino, el
poder y la gloria por todos los siglos. Amén.

Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre
Celestial también os perdonará a vosotros. Pero si no
perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará
vuestras ofensas.

Por lo tanto, el Señor Jesús dijo, "Yo soy el CAMINO, y la
VERDAD, y la VIDA ETERNA; nadie PUEDE VENIR al PADRE SANTO,
sino es POR MÍ". Juan 14:

NADIE MÁS TE PUEDE SALVAR.

¡CONFÍA EN JESÚS HOY!

MAÑANA QUIZAS SEA DEMASIADO TARDE.

YA MAÑANA ES DEMASIADO TARDE PARA MUCHOS, QUE NO LO SEA PARA
TI Y LOS TUYOS, EN EL DÍA DE HOY.

- Reconoce que eres PECADOR en necesidad, de ser SALVO de
éste MUNDO y su MUERTE.

Dispónte a dejar el pecado (arrepiéntete):

Cree que Jesucristo murió por ti, fue sepultado y resucito al
tercer día por el Poder Sagrado del Espíritu Santo y deja que
entré en tu vida y sea tu ÚNICO SALVADOR Y SEÑOR EN TU VIDA.

QUIZÁ TE PREGUNTES HOY: ¿QUE ORAR? O ¿CÓMO ORAR? O ¿QUÉ
DECIRLE AL SEÑOR SANTO EN ORACIÓN? -HAS LO SIGUIENTE, y di:
Dios mío, soy un pecador y necesito tu perdón. Creo que
Jesucristo ha derramado su SANGRE PRECIOSA y ha muerto por mi
pecado. Estoy dispuesto a dejar mi pecado. Invito a Cristo a
venir a mi corazón y a mi vida, como mi SALVADOR.

¿Aceptaste a Jesús, como tu Salvador? ¿Sí _____? O ¿No
_____?

¿Fecha? ¿Sí ____? O ¿No _____?

Si tu respuesta fue Si, entonces esto es solo el principio de
una nueva maravillosa vida en Cristo. Ahora:

Lee la Biblia cada día para conocer mejor a Cristo. Habla con
Dios, orando todos los días en el nombre de JESÚS. Bautízate
en AGUA y en El ESPÍRITU SANTO DE DIOS, adora, reúnete y
sirve con otros cristianos en un Templo donde Cristo es
predicado y la Biblia es la suprema autoridad. Habla de
Cristo a los demás.

Recibe ayuda para crecer como un nuevo cristiano. Lee libros
cristianos que los hermanos Pentecostés o pastores del
evangelio de Jesús te recomienden leer y te ayuden a entender
más de Jesús y de su palabra sagrada, la Biblia. Libros
cristianos están disponibles en gran cantidad en diferentes
temas, en tu librería cristiana inmediata a tu barrio,
entonces visita a las librerías cristianas con frecuencia,
para ver que clase de libros están a tu disposición, para que
te ayuden a estudiar y entender las verdades de Dios.

Te doy las gracias por leer mí libro que he escrito para ti,
para que te goces en la verdad del Padre Celestial y de su
Hijo amado y así comiences a crecer en Él, desde el día de
hoy y para siempre.

El salmo 122, en la Santa Biblia, nos llama a pedir por la
paz de Jerusalén día a día y sin cesar, en nuestras
oraciones. Porque ésta es la tierra, desde donde Dios lanzo
hacia todos los continentes de la tierra: todas nuestras
bendiciones y salvación eterna de nuestras almas vivientes. Y
nos dice Dios mismo, en su Espíritu Eterno: "Vivan tranquilos
los que te aman. Haya paz dentro de tus murallas y
tranquilidad en tus palacios, Jerusalén". Por causa de mis
hermanos y de mis amigos, diré yo: "Haya paz en ti, siempre
Jerusalén". Por causa de la casa de Jehová nuestro Dios, en
el cielo y en la tierra: imploraré por tu bien, por siempre.

El libro de los salmos 150, en la Santa Biblia, declara el
Espíritu de Dios a toda la humanidad, diciéndole y
asegurándole: - Qué todo lo que respira, alabe el nombre de
Jehová de los Ejércitos, ¡el Todopoderoso! Y esto es, de toda
letra, de toda palabra, de todo instrumento y de todo
corazón, con su voz tiene que rendirle el homb gloria y
loor al nombre santo de Dios, en la tierra y en las alturas,
como antes y como siempre, por la eternidad.


http://www.supercadenacristiana.com/...player-wm.asp?
playertype=wm%20%20///



http://www.unored.com/streams/radiovisioncristiana.asx



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